Dicha transcripción, junto con el artículo original que también se ha añadido aquí, se encuentran disponibles en http://www.jamesnoyes.com/pdf/EliseHall-1910.pdf . Sobre la base del trabajo de Noyes se ha elaborado la presente traducción al castellano, llevada a cabo por Marcelo Morante en marzo de 2011.
Elise Hall fue una saxofonista norteamericana que desarrolló su carrera a comienzos del s. XX y que encargó obras para su instrumento a varios de los compositores franceses más conocidos de su época, entre ellos Claude Debussy y su célebre Rapsodia para orquesta y saxofón.
La Sra. R. J. Hall, que actuó como solista con la Orquesta Sinfónica de Boston, ha desarrollado su arte de altos vuelos -ella cree firmemente en sus aptitudes musicales- y opina que es adecuado silbar cuando asistamos a malas interpretaciones.
BOSTON MASS, 21 de Febrero.- La Sra. R. J. Hall, bajo cuya dirección el Orchestral Club de esta ciudad actualmente alcanza el centenar de socios, ofrecerá un concierto esperadísimo de música moderna francesa el día 25. Se trata de una de las personas a las que el público de esta ciudad debe eterno agradecimiento por su labor y abnegada dedicación en pos de la difusión en nuestras tierras de la música actual de mayor importancia.
El trabajo, detalles insignificantes al margen, y el enorme costo de esta empresa han corrido a cuenta de la Sra. Hall casi desde el mismo momento en que se formó el Orchestral Club en 1899. En proporción al período de su existencia y al número de conciertos por temporada, esta organización ha producido más noticias significativas que cualquier otra orquesta del país. La mayor parte de estas noticias tenían un origen francés. Los conciertos han sido magistralmente dirigidos por Georges Longy, primer oboe de la Orquesta Sinfónica de Boston.
La Sra. Hall, persona de amplia formación musical, saxofonista de singular habilidad y pupila de Georges Longy, es la primera instrumentista amateur que ha actuado con la Orquesta Sinfónica de Boston. Este suceso ocurrió cuando se interpretó la primera suite de “L’Arlesienne”de Bizet en el Symphony Hall los días 24 y 25 de diciembre del pasado año. En aquellos momentos resultó extremadamente difícil encontrar un saxofonista competente y la Sra. Hall completó la plantilla orquestal.
La temperatura exterior era húmeda y fría, pero en el interior de la sala hacía mucho calor, por lo que la afinación de las cuerdas de la orquesta subió, lo que hizo que el diapasón de la Orquesta Sinfónica de Boston estuviera realmente muy alto. Fue necesario colgar unos pequeños vasos calientes dentro y fuera de los instrumentos para poder obtener una afinación equivalente a la del resto de la agrupación. La Sra. Hall se vio obligada a trabajar bajo muchas dificultades, la mayor de todas fue la incertidumbre a la que se vio sometida al tener que afinar antes de comenzar la obra, ya que era imposible predecir qué cambios podrían suceder al enfriarse el tubo durante la larga espera hasta su primera intervención; pero ella interpretó su solo del primer movimiento con una belleza de sonoridad y un legato dignos de la mejor tradición de la orquesta, manteniendo un equilibrio sonoro en una sala a la que ella no estaba acostumbrada y su afinación, a pesar de las circunstancias, fue buena.
La Sra. Hall ha recibido la mayor parte de su formación musical en París, donde ha actuado con frecuencia en importantes conciertos y son pocos los compositores franceses afamados de hoy día que no han escrito, o no escriben, música para ella. Actualmente simultanea sus estudios de saxofón con los del clarinete contrabajo, un instrumento moderno en el que está profundamente interesada. El clarinete contrabajo, recientemente inventado, es un instrumento escasamente utilizado por los compositores contemporáneos de los últimos años. Posee una sonoridad plena, rica en todas las notas y un registro enorme, que alcanza el Do más grave. Los notas inferiores, de hecho, recuerdan a las de de un órgano. Hay muchas posibilidades de que este instrumento sea rápida y progresivamente cada vez más empleado por los músicos.
La Sra. Hall tiene opiniones sobre la educación musical dignas de consideración. Cree, por ejemplo, que en América a muy pocos estudiantes se les enseña a escuchar adecuadamente, y para remediar este defecto, ella recomienda que se lleven a cabo cursos mucho más amplios de solfeo y lecciones para los que tienen más capacidad que garanticen su formación musical. Piensa que los conservatorios deberían estar subvencionados por el Estado o por la propia ciudad, que no se debería admitir en las clases a los alumnos sin talento y que los profesores deberían ser sólo músicos de reconocido prestigio. “Si alguien sin talento desea recibir lecciones, de acuerdo. Pero que él o ella lo hagan en su casa, pagando a un profesor privado. Aquí se destinan demasiados fondos a esta cuestión. Cualquiera puede contratar los servicios del mejor profesor pagando sus honorarios. Esto no debería suceder. En el Conservatorio de París nadie es admitido hasta que no se superan los exámenes demostrando unas habilidades incuestionables, y una vez dentro, allí se trabaja de un modo en el que aquí no podemos ni soñar. Los pianistas pueden aprender a aporrear cada nota en el tiempo. Pero, ¿qué es eso? Todos los instrumentistas deberían cantar cada nota de sus melodías antes de tocarlas para aprender cada línea melódica, cada acento, la amplitud de cada frase. Esto hace posible sentir la música. Al menos, esta parte del aprendizaje musical se enfatiza en París.
Aquí respetamos el gran movimiento musical, pero creo que todavía no hemos conseguido un genuino espíritu artístico. En Boston, por ejemplo, tenemos camarillas, la camarilla de esto o la camarilla de aquello otro. Estos círculos son estrictamente autosuficientes. En Europa los músicos y los estudiantes se reúnen en los cafés para discutir cuestiones artísticas actuales. Tras un exitoso concierto el camerino se llena de amigos y críticos, venidos para elogiar y felicitar. Si la interpretación no ha sido buena se puede silbar y yo, personalmente, no veo ninguna objeción a proceder de tal manera.
Esto ayuda a elevar la interpretación, no a los intérpretes, y nunca debe tomarse como algo personal. Me parece bueno que los músicos sepan cuándo han tocado mal. Desafortunadamente estas condiciones no se dan en América.
Aquí tenemos un ambiente bastante diferente. Tomemos como ejemplo a los músicos de las orquestas. ¿Se les ve entusiasmados con la música? Es un negocio. A ellos les pagan por horas y nada debe alterar su bienestar, aunque resulte desalentador ver durante un ensayo a un músico interrumpir su ejecución para mirarse el reloj y abandonar la sala. Tampoco es fácil mantener una orquesta aficionada unida, puede creerme. Dicho de un modo agradable, no considero que América en su actual estado pueda compararse con Europa como lugar que favorezca el desarrollo artístico”.
O.D.
Traducción realizada por: Marcelo Morante Escarbajal